Cantantes y Bandas de Flamenco
Canto, palmas y guitarras que con naturalidad y frescura acompañan el caminar rítmico de cuerpos danzantes. Caderas, zapateos, brazadas, y dedos que prolongan la estampa. El Flamenco se baila con todo el cuerpo, desde el metatarso del pie, hasta la voz jadeante y provocadora, pasando por la falange de las manos, para fusionarse con un raspeo de guitarra y de palmeo o cajón. Cada parte del cuerpo también es un instrumento con resonante eco, y siempre han sido los palmeos y zapateos los principales instrumentos de percusión que acompañan a una guitarra con carácter melancólico, provocador y brioso. Su origen es milenario, plantado como una semilla por el pueblo gitano de origen indio en la región del sur de España, y su sabiduría ha viajado por siglos con esta etnia nómada que ha tenido presencia universal. Oficialmente se señala que el siglo XIX fue el momento en donde el Flamenco fue reconocido como un género musical y un arte callejero digno de ser apreciado en escena, entreteniendo a una amplia capa de la población. Se configuró como una puesta en escena andaluza popular, dándole nombre y etiqueta a un cúmulo de expresiones dancísticas y musicales que tenían lugar en el seno de un sector social marginalizado, criminalizado y empobrecido. Gitanos, árabes, judíos, africanos migrantes y esclavizados en tiempos coloniales, y andaluces con poca “nobleza”, fueron quienes dieron luz al Flamenco en los contextos de hampa y fiestas callejeras, y hasta hoy en día hacen parte integrante de sus prácticas culturales más arraigadas. El costumbrismo en sus contenidos ha incitado a que se mantenga como una práctica vigente en medio de los encuentros de gitanos, transmitiéndose como una herencia invaluable de generación en generación. El canto y el baile son casi inseparables, pues tanto en las puestas en escena como en las tradicionales juergas gitanas, y a través de sus palmas y zapateos, se levanta con ímpetu el espíritu indomable de su estirpe y el orgullo de ver en el Flamenco el vehículo de su identidad y sabiduría.
Desde que el Flamenco empezó a unir los relatos de la música popular como aglutinante de las canciones y cantos tradicionales andaluzos, las experiencias del arte gitano, la herencia cultural de los afrodescendientes habitantes de Andalucía, el misticismo árabe proveniente del asentamiento en tiempos del Califato, se nutría una clase social marginada que coincidía en sus puntos de encuentro culturales y se vigorizaba una fuente de sabiduría que les fortalecía a luchar en contra de la persecución, la moral reinante que les juzgaba, el empobrecimiento y las duras condiciones de vida. Los tablaos y las juergas gitanas en ciudades como Cádiz, Jerez, Algeciras y Sevilla, con su tradicional barrio gitano Triana, fueron núcleos de cultivo del canto, baile y toque flamenco. Gestado y conservado en los entornos familiares, vigente aún en los espacios cotidianos de la sociabilidad gitana y española, el Flamenco ha llegado a todos los rincones del mundo como un arte de apreciación universal. No se escapan otras ciudades de la península ibérica en donde el Flamenco ha alcanzado un nombramiento de representación española ante el mundo, y ha sido reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esa misma vigencia como arte vivo en las prácticas artísticas de la cotidianidad, y la exposición a la industria musical internacional, ha generado que inevitablemente se creen innumerables fusiones. El “nuevo” Flamenco tomó lugar con generaciones que exaltan con orgullo su estirpe gitana, y a la vez se ven influenciadas por la ecléctica e imparable creatividad de los sonidos. Porque así como su estirpe, han sido nómadas y exploradores incansables. Experimentaron entonces con la música afro caribeña, el Jazz, y el Rock, y aportaron nuevos instrumentos a la ejecución escénica del Flamenco. Bongós, congas y el cajón peruano llegaron de América para aportar a la base percutiva tradicionalmente ejecutada con los palmeos y los zapateos. Sin desplazarlas, aportaron al universo de este arte centenario y a la manera en cómo es apreciado.
El Flamenco también se ha consolidado como una estética con mucha simbología reivindicativa, y tanto en sus letras como en el juego de la interpretación provocadora, ha secundado las luchas asumidas en contra de la discriminación al pueblo gitano en toda la historia de la católica España. En su lírica y lamento, y también en su alegre arremetida, se retrata el alto precio de ser un pueblo libre, nómada e indomable. Durante la dictadura franquista, el Flamenco, junto con otras expresiones artísticas, fue bastión de resistencia discursiva ante la opresión del régimen. Asimismo, la presencia afro en España ha pasado de agache sin reconocer oficialmente todos los valiosos aportes que incorporaron las personas esclavizadas y que forzadamente se asentaron en los entornos urbanos y más empobrecidos del sur. El Flamenco entonces ha contribuido a la construcción de esa memoria, ya que este género musical es tan suyo como de los gitanos, moros y andaluces. Además, muchos de sus intérpretes, reconocidos y anónimos, han incorporado en el canto algunas letras en lenguas moriscas, integrando músicas y bailes de origen árabe, presentes a través de una huella histórica mora imborrable en la península ibérica.
Uno de los hechizantes encantos del Flamenco es que su ejecución se muestra como natural, sencilla y cargada de espontaneidad. Unos zapateos, unas palmas a tiempo o a contratiempo, un rasgueo de guitarra y un canto muy jondo. Y, sin embargo, abre la puerta a un mundo de complejidades y riquezas artísticas y performativas inimaginables, maestras para todo tipo de ejecuciones musicales en el mundo. Su puesta en escena asume ya una creación de códigos comunes por medio de las jergas, el argot popular y las gestualidades, en donde quien canta y quien escucha, entienden el significado de su expresividad. Gritar, agarrarse el pecho, fruncir la mirada, lanzar un murmullo y un quejido. Mover las caderas, mirar con bravura, zapatear, propagar energía con los chasquidos de los dedos. Cada subgénero del Flamenco tiene su técnica, métrica y particularidad. Se les llama palos y con cada uno se expresa una emotividad flamenca diferente. Peteneras, Tarantas, Farrucas, Colombianas, Alegrías, Guajiras, Rumbas, Bulerías, Soleares, Jaleos, Tonás, Alboreás, Zambras, Cartagenera, Nanas, Seguiriyas, Tangos, Fandangos, Malagueñas, Martinetes, Granaínas, Vidalitas, son sólo algunas muestras de este infinito universo andaluz, todas hijas de un tiempo y unas circunstancias en cómo las personas han vivido y adaptado el Flamenco a su vida.
A continuación, algunos y algunas cantantes y bandas de Flamenco:
Adela La Chaqueta
Antonia La Negra
Antonio Carmona
Antonio Mairena
Alba Molina
Aurora Vargas
Beni de Cádiz
Bernarda de Utrera
Buika
Camarón de la Isla
Carmen Linares
Chano Lobato
Curro Piñana
Diego El Cigala
Dolores Vargas “La Terremoto”
Enrique Morente
Estrella Morente
Falete
Fernanda de Utrera
Fosforito
Francisco José “Arcángel”
Grupo Macarena
José Mercé
Juan Peña "El Lebrijano"
Juana La del Pipa
Juana la del Revuelo
Ketama
La Paquera de Jerez
La Perla de Cadiz
La Serneta
Las Grecas
Lola Flores
Lole y Manuel
Manolo Caracol
Manuel de Falla
Manuel “Agujetas de Jerez”
Manuel Moreno Maya "El Pele"
Manuel Soto Monje
María Toledo
Mariana Cornejo
Marina Heredia
Mayte Martín
Miguel Poveda
Niña Pastori
Paco de Lucía
Pansequito
Pastora Pavón “La Niña de los Peines”
Pepa de Utrera
Pepe Marchena
Pepé Pinto
Rancapino
Ray Heredia
Remedios Amaya
Rocío Márquez
Rosalía
Soleá Morente
Tomatito
Vicente Amigo
Vicente Soto Sordera