Si el Tango fue movimiento y compás urbano de las barriadas obreras de mediados del siglo XX, en el Buenos Aires del XXI el panorama no es inferior a su historia, y como imaginario musical de la cultura popular es fuente de inspiración de generaciones de músicos, artistas y escritores que lo han paseado por los sintetizadores, convirtiéndolo en electrónico o fusionándolo con el Rock, la Cumbia villera y otros géneros, o lo han inmortalizado en la crónica literaria, el reportaje gráfico y la pieza sonora o audiovisual. Almagro, Barracas, Monserrat, Belgrano, Mataderos, Balvanera, Boedo y Flores son algunos de los barrios porteños donde las “milongas” (bares, cafés de baile) no sólo hacen parte de la bohemia, sino más bien, sirven de referente para el surgimiento y promoción de los nuevos artistas, las nuevas voces, miradas y enfoques que refrescan y renuevan esta tradición. La milonga también está cambiando como lugar y como imaginario, porque satanizada como el “arrabal”, les impidió a las mujeres disfrutar del recital y mucho menos del baile. Vanina Steiner directora y editora del sello Contemporánea Ediciones y de la revista Tinta Roja, Anahí Pérez Pavez periodista, militante del Movimiento Feminista de Tango (MFT) y autora del libro Tango y Feminismo, Patricia Borensztejn autora del libro Crónica de Tango y Milonga, Cintia Trigo cantautora, y Luz Balaña documentalista, todas ellas “habitués” de las milongas, son la prueba de ese movimiento contracultura que a fuerza de lucha y exigencia está resignificando la identidad de la música porteña, sus valores, sus creencias, su diversidad. El Tango nunca fue cosa de “machos”, aunque eso haya predominado y le haya ensombrecido. El “flaco”, como le llamaban cariñosamente a Alfredo Zitarrosa, alguna vez lo dijo mejor: “La Milonga es hija del Candombe, así como el Tango es hijo de la Milonga”. A continuación, algunos y algunas cantantes y bandas de Tango…
Read More