Jerga en Costa Rica
Yendo por diversos caminos (tradición oral y escrita, cosmogonías, simbologías, alegorías y creencias sobre la existencia y el origen de la vida), y azuzados por el fuego y el “espíritu del tiempo” (contexto o clima social), los seres humanos se las han ingeniado para conservar relatos y narraciones de acontecimientos fascinantes y hasta increíbles para oídos ajenos a aquellas circunstancias. Proezas y epopeyas no siempre han sido detalladas de forma escrita, sino que se han ido transmitiendo de boca en boca, a través del encuentro en salas, bares, parques o calles públicas, al calor de una hoguera, un fogón o entre las paredes de una despensa, o en el fragor de una batalla, en la plaza o en el ágora como lo hicieran los antiguos griegos y sus contemporáneos del periodo clásico. Conocimientos y destrezas para comunicar e intercambiar mensajes eran suficientemente cultivados y adiestrados para el convencimiento o la disuasión. La habilidad radicaba más en el ejercicio constante y progresivo del acto comunicativo que en el pliegue o sometimiento a normas concretas de las que no se prescindía, aunque no fueran determinantes para la función mágica que debía cumplir el lenguaje como constituyente de sentido.
Entre ese pasado de las artes comunicativas y la confrontación de ideas, principalmente de forma oral (aunque ya existía la escritura), y el panorama actual suscrito al decoro y a las “buenas costumbres” ya aludidas, se perdió algo esencial del acto comunicativo, la libertad en un sentido amplio. En las conquistas y luchas entre pueblos y tradiciones a lo largo de la historia, la lengua (elemento que puede evidenciar la riqueza de una cultura), también fue apresada y confinada en el anonimato. Quienes han triunfado en la historia no sólo imponen su visión del mundo, sino también los códigos mediante los cuales se accede a él y a otros. Son inimaginables las materias y causas perdidas a la caída del Imperio Romano y el ascenso del oscuro medioevo que echó por tierra la red de bibliotecas públicas más grande del periodo clásico. Desconocidos también han sido los universos sometidos por la irrupción del castellano (español) en el “nuevo mundo” a finales del siglo XV que borró de tajo más de mil (podrían ser muchos más) grupos lingüísticos que convivían de forma más o menos armoniosa en América. Lo propio haría la injusta y absurda invasión de los EE. UU a Irak en la primera década del siglo XXI, que a sangre y fuego arrasó los más significativos baluartes de la civilización persa. Sucesos todos que advierten la desgracia del colonialismo ejercido no sólo a través de las armas y la violencia, sino también de la imposición de imaginarios y costumbres que terminan por moldear formas y usos del lenguaje, y al final configuran una identidad.
La América Latina heredera del influjo colonial del léxico castellano (español), sortea de forma continua a cuál de sus múltiples identidades acercarse. Y aunque esa suerte pareciera estar echada de ante mano para el grueso de la población que no participa de las instancias donde se decide cualquier cosa, en el asunto de la comunicación cotidiana y popular se han configurado autodeterminaciones a través de las cuales los pueblos se expresan y hablan en jerga, porque tienen algo que decir que se queda corto dentro de los convencionalismos de las “academias”. El usufructo del poder que antes ejercieron los españoles, después en manos de criollos, fue un cambio insustancial para las sociedades locales. Así lo evidencian la exclusión y marginación de aquellos que, con un sentido reivindicativo, inventaron una lengua que no era la suya propia, pero que aglutinaba lo esencial de muchas otras.
En el Caribe y Centro América, como también sucedió en el sur del continente, la lengua vernácula cumplió una función integradora, a la vez que se erigió como espacio de resistencia y lucha. En Costa Rica, por ejemplo, se comparten rasgos comunes de la “lengua que sí se habla” con otros países centroamericanos. Todavía hay quienes recuerdan el “Malespín”, una especie de “léxico jergal” originado en El Salvador, pero empleado en las guerras de las primeras repúblicas y que, aunque entró en desuso, en la actualidad ha legado muchas de sus nociones a lo que es el castellano actual de la región. Al igual que en otros países hispanohablantes, en la nación “Tica” el sincretismo en el lenguaje se sustentó en vocablos indígenas y voces africanas, algunas de las cuales hacían referencia a toponimias, creencias e imaginarios que les recordaban un origen y una patria común. Quizá por ello hay quienes ven en la jerga la encarnación de movimientos contraculturales.
A continuación, algunas expresiones de la jerga en Costa Rica:
Agüevado: estar triste o bajo de ánimo
¿Al chile?: expresión que quiere decir ¿en serio?
Ando limpio: andar sin dinero
Apapachar: abrazar
Buena nota: buena onda, estar o sentirse muy bien
Bañaso: hacer el ridículo, ser una persona ridícula
Borraja: expresión para referirse a alguien inoportuno
Brocha: adulador
Buena pinta: que tiene buena apariencia
Caballo: persona que conduce mal un automóvil
Cabra o cabrilla: expresión despectiva para referirse a una mujer
Chante: casa, hogar
Chingo: desnudo
Choza: casa
Carebarro: sin vergüenza, descarado
Coger: tener relaciones sexuales
Colacho: papá noel
Cole: colegio
Culiolo: persona cursi
Culiolada: ridiculez, extravagancia
Despiche: desmadre, caos o jolgorio
Despijiada: desmotivación, decepción
Doña: expresión que usada por jóvenes significa mujer joven y si es usada por adultos significa señora
Gajo: de mal aspecto o deteriorado por el paso del tiempo
Güila: niña o mujer joven
Hacer el papel: hacer el ridículo
Jetón(a): persona que miente de forma descarada, mitómano
Irse de tour o pegar toursillo: irse de fiesta o de juerga
Joder: molestar
Jugar de vivo: actuar de forma engreída y actuar con ventaja sobre las personas
Laja/pinta/lacra: palabras con las que se refiere a una persona que es o aparenta ser un delincuente
Levantarse a alguien: tener relaciones sexuales con una persona
Levantarse algo: robarse o tomar un objeto o cosa
Mae: parcero(a), güey, pibe(a), expresión para referirse a alguna persona de forma informal
Mala nota: mala onda; expresión empleada para aquella persona que no está de ánimo o no está en sintonía
Marcar: visitar al novio(a)
Mariquiar: llorar
Monchar: comer
Mop: amigo
Mi hersh: mae o amigo
Pa’: compañero, amigo
Panocha: forma vulgar de llamar al órgano sexual femenino
Pegar porte: comportarse de forma genial, ser bueno con alguien
Picha: expresión para llamar al órgano sexual masculino
Pichasear: tener una pelea a golpes
Pichúo: genial, agradable
Pijiado(a): persona que está sumamente drogada
Playo: forma despectiva y vulgar de llamar a una persona homosexual
Pura paja: expresión referida al acto de comprometerse constantemente en algo y al final no hacerlo
Pura vida: saludo típico de los costarricenses
Putear: insultar
Puteó: enojarse
Que alguien prometa: que se anima a hacer cualquier cosa o es muy decidida
¡Que playada!: expresión para demostrar pesar o molestia por algún suceso
Rallado: loco
Rasta: amigo
Rica: atractiva
Se despichó: que una cosa se jodió
Se despanochó: que se dañó, averió o se calló
¡Sea pega!: expresión con la que se le dice a alguien que deje de molestar o ser necio
Tigra: pereza
Tocado de la jupa: que está loco o sin juicio frente a algo o alguien
Tuanis: forma cordial de decir que algo está bien o genial
Un puro: cigarrillo de marihuana
Unas frías: unas cervezas
Un chulo: persona que se aprovecha económicamente de otras
Vara: palabra que se usa para nombrar cualquier cosa o situación, por ejemplo, ¿cuál es la vara? (problema), que vara más rara, (que algo es extraño)