Jerga en México
Las capacidades desarrolladas por el ser humano para observar sucesos, imaginarlos y recrear aquellos negados a la mirada, han permitido la invención de las palabras, posibilitando el nombramiento de los hechos u objetos, y construyendo universos colectivos de sentido para la comunicación, con lo que las cosas dejan de “carecer de nombre y para mencionarlas ya no hay que señalarlas con el dedo”, como en el mito fundacional “macondiano” del libro Cien años de soledad. Para disgusto de quienes ven en el lenguaje un conjunto de normas precisas infranqueables, los mismos que consideran con desdén a aquellos que no las asumen como propias y que, además, niegan y ensombrecen una forma particular de éste, la jerga “la lengua que sí se habla”, ha perdurado y es vigente a través de su uso habitual. El poco espacio que ha tenido en la memoria escrita y, en algunos casos, la tergiversación deliberada de ésta no ha obstaculizado su longevidad, más bien prueba que la supervivencia del “slang” está encarnada en la oralidad de las culturas y en el intercambio cotidiano del acto comunicativo: recepción y emisión de mensajes.
Como lengua popular, la jerga tiene un origen diverso con abundantes locuciones y sonoridades. Cada persona que habla y pronuncia algo imprime un estilo y una forma propia que, en algunos casos, comparte con pequeños grupos. Se puede reconocer a las personas no sólo por las palabras que emplean para comunicarse, sino por aquellas que en su caso particular tienen un sentido y una connotación definida. Pueden existir tantos significantes como hablantes de un mismo código. Pero para que recepción y emisión de un mensaje cumplan su principal objetivo como puente entre las mentalidades humanas, pareciera existir una especie de orden subyacente o una tras escena comunicativa, una serie de acuerdos tácitos que median la reciprocidad de sentidos, que permiten entendimiento, posibilitan el intercambio de ideas y generan construcción colectiva de imaginarios. “Son las malas palabras, único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos. La poesía al alcance de todos”, subrayó alguna vez el escritor Octavio Paz. Si se suscribe lo dicho por el prosista mexicano, habrá razones de sobra que así lo sustentan, entre ellas, que lo vernáculo invita y estimula de forma incesante el acto creativo de nuevas expresiones, o resignifica y hace mutar las ya existentes. Podría ser una de ellas, porque en cambio “las buenas formas” y el apego a las ideas que las sustentan, impiden la espontaneidad creativa de las experiencias continuas.
Sonoridades y significantes tienen mayor relevancia cuando se toman en consideración cuestiones espaciotemporales. “Para la muestra un botón”, anuncia el adagio popular, y no es para menos, ya que al observar y considerar el sincretismo y la condensación de voces de un país como México, con aproximadamente 123 millones de personas (el 25% de la población de habla hispana del mundo), y con un pasado prehispánico cuya fisionomía actual se refleja en la multiplicidad léxica contenida en más de 70 grupos lingüísticos de origen nativo, como bien lo estudia David López Cardeña en su texto Etnología, sería innegable y hasta ingenuo desconocer que la jerga podría ser igual o más diversa que las corporalidades y los elementos étnicos de su sociedad.
Tanto para mexicanos como para quienes observan desde afuera, reconocer y valorar la diversidad léxica expresada en la jerga puede tender puentes en el relacionamiento social y construir una sociedad más cohesionada. El encasillamiento y estancamiento institucional y normativo del que es preso el lenguaje a través de las “academias”, sólo demuestra incapacidad por comprender la esencia del mismo como voz o manifestación sonora del universo humano: múltiple, plural, producto de un contexto e hijo de un tiempo. “Todas las lenguas tienen la misma potencialidad y, por tanto, que se usen en unos contextos o en otros depende de motivos ajenos a ellas mismas. No busquéis en la naturaleza de las lenguas lo que no es más que fruto de su uso”. Esta sentencia de la profesora y lingüista Mamen Horno plantea lo que es el “deber ser” de la lengua, esto es, el que cumpla una función mágica: comunicar los universos de sentido de más de 7.000 millones de seres humanos.
A continuación, algunas expresiones de la jerga en México:
Aguas frescas: jugo o refresco de fruta o alguna planta
Agujetas: cordones
Al albur: que habla en doble sentido
Alivianar: mejorar
A patín: ir a pie
A peso: que es barato o económico
Apixcahuarse o apishcahuarse: cuando la ropa se pone enmohecida por la humedad
Arrecholar: arrinconarse, quedarse en casa, encerrarse en la habitación
Azorrillarse: asustarse
Balín: que es de mala calidad o chiviado
Banqueta: acera
Beberecua: trago o bebida
Bicla: bicicleta
Bomberazo: cosa que surge de improviso y debe hacerse de manera urgente
Bonche: cantidad enorme
Botarse la canica: que se enloqueció
Bote: cárcel, prisión
Buen lejos: que observa muy bien de lejos
Buey: tonto
Cachar: atrapar, descubrir
Cachirul: engaño, fraude
Cantinflear: que habla o dice mucho sin mucho sentido
Carnal: hermano o amigo muy cercano
Carriola: coche para bebé
Catorrazo: golpe muy fuerte
Catrín: refinado o elegante
Catsup: salsa de tomate o ketchup
Chamaco(a): niño(a)
Charolas: bandeja para servir la comida
Chambear: trabajar
Chavo(a): chico(a), niño(a)
Checar: comprobar, revisar algo
Chela: cerveza
Chido: que es muy bueno
Chilango(a): persona originaria de la Ciudad de México
Chingada: expresión que indica sorpresa o protesta
Chingar: hostigar, molestar, pero también sostener relaciones sexuales
Chingón, chingona: que es muy bueno en algo
Chipocludo: que tiene muchas capacidades o es bueno en lo que hace
Chincual: fiesta, encuentro o parranda
Colonia: barrio o barriada
Cooperacha o coperacha: hacer colecta de dinero en una fiesta, para comprar algo, generalmente licor
Cuate: amigo
De a grapa: que es gratis
École: expresión para quien acierta o tiene la razón
Elote: maíz
Enmuinarse: enojarse o enfadarse
Escuintle: expresión despectiva para referirse a alguien, pobretón, despreciable o inútil
Esponjar: enojarse, molestarse
Fresa: pijo o yupi
Garigolear: adornar algo de forma excesiva
Guarura: persona que presta seguridad, vigilante
Güero(a), güerito(a): persona blanca, rubia o que es acomodada
Guandajón: descuidado, desaseado, holgazán, dejado
Huesear: de empleos mal pagos, vender el trabajo por menos de lo que vale
Íjole: expresión para evidenciar sorpresa o asombro
Jaino: pretendiente, novio o enamorado
Jefe(a): papá o mamá
Jitomate: tomate
Jocho: perro caliente
Lana: dinero
La neta: expresión de incredulidad, pero también de que algo es lo máximo o lo mejor
La regaste: expresión para decir la embarraste, te equivocaste
Locochón: peculiar, atrevido, que es fuera de lo común, amigo o güey
Malacopa: persona que se enoja cuanto toma licor
Menso(a): tonto(a), estúpido(a)
Me enchilé: me enojé, me molesté, también puede decirse por comer mucho chile
Me late: me provoca, me suena, también expresión para expresar intuición
Merequetengue: parranda o fiesta, problema o algarabía
Morro(a): novio(a), chico(a)
Nel: que es no rotundo
Naranjas: expresión para decir no
No mames: expresión para decir no jodas o no tomes a otro por tonto(a)
Órale: expresión de acuerdo, sorpresa o ruego
¡Qué onda!: expresión de múltiple uso, puede ser saludo o pregunta, ¿qué sucede?, ¿cómo estás?
¿Qué traes?: expresión para decir ¿qué te pasa?
Quihubo o quihúbole: saludo que significa ¿qué hubo?
Picoso: que es picante o también picaresco
Pinche: despreciable, insignificante, de mala calidad o bajo costo
Popote: pitillo o pajita para sorber de una botella
Prepa: colegio, secundaria
Prietita: forma de llamar al amor, amorcito
Reventón: fiesta, farra, juerga
Rola: canción
Rollero: que habla más de lo que es y hace poco
Sacatón: que es temeroso o se acobarda
Tendejón: tienda
Teporocho: alcohólico o que se la pasa tomando
Teto: persona estúpida o tonta
Troca: camioneta
Vaquetón: que le da pereza hacer algo, que es holgazán
Varos: pesos
Vocho: automóvil icónico de marca Volkswagen